Hago una pausa: la conservación está relacionada con el conocimiento, el orgullo y el amor. Hace años, cuando viví en Guanajuato, me sorprendió la apropiación que los locales tienen de su historia a partir de los edificios históricos. Lo saben y están orgullosos de su patrimonio. En ese reconocimiento hay un gran valor público que conlleva el amor por lo propio; a la conservación del patrimonio material.
En los últimos meses he atestiguado la destrucción de cuatro inmuebles históricos en Torreón, incluso con el aval de la autoridad. Algunos de manufactura centenaria, ejemplares de tabique sólidamente estructurado. En la simplicidad de esos edificios recién destruidos, había un manejo estético del ladrillo. Podría decirse que esas piezas no eran extraordinarias ni valiosas, sino simples casas viejas destinadas a la ruina. A pesar de la incuria, ese patrimonio registra nuestra historia. Es lo que tenemos y representa la primera época del Torreón moderno entre 1880-1910.
Arquitectura centenaria |
Destrucción con el aval de las autoridades. |
Al paso que vamos, no me extrañaría que un día el cuadro histórico lo podamos ver sólo en una fotografía. No obstante, tenemos todavía un buen número de ejemplares dignos de conservación, pero necesitamos antes saber por qué son valiosos. Sin la difusión de ese conocimiento no hay orgullo, amor y conservación. A cambio abunda el desprecio, la ignorancia y una identidad difusa. Como historiador he colaborado en la preservación de esa memoria. Un caso paradigmático, es la conservación del edificio Arocena, el cual documentamos para International Council on Monuments and Sites (ICOMOS). También en otros espacios he registrado la destrucción de la memoria arquitectónica de la ciudad. Nuevamente, ¿a alguien le importa?
Ocampo y Leona Vicario, nueva destrucción.
En los paseos sabatinos de Ruedas del desierto he tenido la dicha de recorrer el centro y redescubrir nuestra historia en edificios, casas, estilos arquitectónicos y rutas memorables. Con cierta esperanza hemos sembrado conocimiento, orgullo y amor por la ciudad. Estoy convencido que un aspecto esencial para la reconstrucción de la ciudad y su ánimo colectivo, tiene que partir de la historia. Ojalá no sea muy tarde.