Con todos sus defectos, el México contemporáneo vive una democracia. Por eso es relevante conmemorar los 100 años del aniversario luctuoso de Francisco I. Madero.
Mucho se ha escrito sobre el hombre que provocó la ruptura del antiguo régimen porfiriano. Más todavía se ha repetido. Pero si algo nos advierte el pasado a partir de la lucha política de Madero por la democracia, es la fragilidad de la misma. Sin instituciones sólidas y un entorno ciudadano que las reciba, la democracia se pierde. El México de ahora le urge consistencia en sus instituciones, y más ciudadanos comprometidos en acrecentar los valores cívicos. Promotor de la democracia, a Madero lo devoró el poder. Ese camino de la política continúa con vigencia. Para conmemorar, que no celebrar, hago cuatro estampas sobre Madero.
Madero espiritista. Joven, fundó y presidió la Sociedad de Estudios Psíquicos de San Pedro. Tomó muy en serio el espiritismo, al grado de asumirse médium. Esta faceta del coahuilenses también fue motivo de descalificación durante su lucha política y posteriormente ya como presidente. Hasta su abuelo lo descalificó con el presidente Porfirio Díaz cuando Francisco abanderó la oposición al gobierno. En sus diarios, Madero escribió sobre sí: “Estas comunicaciones me hicieron comprender a fondo la filosofía espiritista y, sobre todo, su parte moral, y como en lo íntimo me hablaban con gran claridad de los invisibles que se comunicaban conmigo, lograron transformarme, y de un joven libertino e inútil para la sociedad, han hecho de mí un hombre de familia, honrado, que se preocupa por el bien de la patria y que tiende a servirla en la medida de sus fuerzas.” (Rosas, 1999).
Madero sobre los laguneros. Para los agricultores y empresarios laguneros de principios del siglo XX, había una gran problema en la región: regular y repartir las aguas lo más equitativamente posible. El mejor medio, según creían, era hacer una gran presa en el cañón de Fernández. No quedaron de acuerdo y para fortuna del ambiente no se hizo en esos años. Madero, promotor de la presa, se quejó amargamente: “Mi ánimo no es lastimar a nadie, pero creo que en general los habitantes de esta comarca, tenemos un defecto muy común en nuestros compatriotas: gran dificultad para unirnos, a fin de formar asociaciones, modo único de llevar adelante las grandes empresas” (Madero, 1907). ¿Alguna coincidencia para el presente?
Madero sobre Torreón. A propósito del río Nazas, la economía algodonera y la riqueza que el agua generó para la región, Francisco escribió: “y si con el defectuoso régimen actual ha improvisado tantos capitales y ha hecho brotar de su seno y desarrollarse con tanta rapidez ciudades como Torreón, que de un miserable rancho era hace 15 años, es ahora una de las principales ciudades de los estados fronterizos. ¿Qué no será cuando las aguas del Nazas mejor aprovechadas, hagan subir los productos anuales a su máximo y las fincas agrícolas tripliquen o cuadrupliquen su valor? (Madero, 1907).
Madero mítico. El hombre inmaculado, la estatua de bronce, el héroe que dio todo por el país. El hombre convertido en mito. El mártir de la democracia. El símbolo de una ideología desgastada por la historia oficial y no oficial. El lugar común y fácil para los aficionados a la historia.
24 de febrero 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9173300
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