Mucho se ha comentado de la espectacularidad, el efectismo y la imagen proyectada por el gobierno nacional. También se han criticado los golpes político-mediáticos, sin embargo, todo gobierno que busque un lugar entre los ciudadanos (el inevitable punto de la legitimidad), no sólo tiene que ser, sino parecer. En esa lógica, durante los primeros 100 días, el gobierno federal ha logrado entusiasmar a la opinión pública, y mandar el mensaje de que hay Estado. Nada más desalentador para la ciudadanía durante el pasado sexenio que aprobar por un lado el combate al crimen, y por otro asumir, que los criminales le van ganando al Estado. Por lo mismo, no basta ahora con haber sacado de la comunicación oficial el problema de la violencia, los muertos y la inseguridad. El problema sigue ahí, no desaparece aunque se omita. Para convencer a los ciudadanos, sobre todo, a los que viven en las ciudades más afectadas, tendrán que dar resultados visibles y duraderos. Urge y es una obligación, pero ahí los cambios difícilmente los podremos ver en 100 días. Serán varios años, o hasta el sexenio completo.
Sin pretender agotar el análisis, la otra gran vertiente está en el Pacto por México. Hasta ahora, es un alentador acuerdo político con acuerdo casi inmediatos. Van dos de dos. Me refiero a la reforma a la educación y las telecomunicaciones. Pero todavía vienen otras batallas impopulares como el IVA y Pemex. Sólo entonces sabremos si el Pacto da para más.
Igualmente, para el largo plazo está la cruzada nacional contra el hambre, que si no logra empatarse con políticas hacendarias y económicas, el programa no pasará de ser un instrumento asistencialista y peor aún, una maquinaria electoral. Tal vez sea la esperanza o el optimismo de los primeros días, pero este gobierno parece traer más sustancia para el Estado y el país. Con la salvedad, con la razonable duda, de que corrupción, casi innata al PRI, no gane.
15 de marzo 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9175065