domingo, 31 de marzo de 2013

Deuda dada, ni Dios la quita


Fuente: ASF, 2012


Literalmente, ya lo endeudado ni quien lo quita. El dicho aplica a la perfección a los estados y municipios del país que se han endeudado, algunos hasta el tope, haciendo inoperantes sus gobiernos. Se tratara del peor de los mundos para los ciudadanos, y del mejor para los políticos: las deudas carecen de responsables. Qué más da que el dinero público fuera saqueado y con el aval conveniente de los bancos; qué más da que las deudas no aumenten la inversión pública ni el valor social; qué más da, si las deudas se convirtieron en sinónimo de fraude institucionalizado.

En el México que por fortuna se nos fue, el problema de la deuda estaba en la federación. Ahí cada sexenio les daba por quebrar, pero esa costumbre institucional cambió a partir de la presidencia de Ernesto Zedillo. En el México democrático, el problema ya no es el gobierno nacional, sino los estados y los municipios. A vergüenza de los coahuilenses, el moreirazo quedó como paradigma de corrupción y deuda en los estados. Actualmente la deuda de los estados y municipios asciende a unos 400 mil millones (ASF, 2012). Y aunque no es un foco rojo, si está en amarillo por la carga que representa para las finanzas locales. Impunemente algunos deben más de lo que tienen.

Fuente: ASF, 2012


En estas circunstancias ¿qué protege a los ciudadanos? ¿cómo fijar límites a quienes comprometen el dinero de los contribuyentes? ¿Cómo defender a los ciudadanos ante deudas descomunales como en Coahuila, Nuevo León, Veracruz, Jalisco, Tamaulipas, Michoacán? (Nótese que el problema no es de partidos, sino de voracidad).    
Hace algunos días, el diputado federal priista Javier López Zavala, presentó una iniciativa de reforma para limitar la contratación de deuda en estados y municipios. La propuesta consiste en reformar los artículos 115 y 117 de la Constitución, es decir, los artículos donde se les puede amarrar las manos gobiernos estatales y municipales. El propósito de la reforma es recuperar en la legislación, la regla de oro de las finanzas: no gastar más de lo que se tiene; no endeudarse más de lo que se puede. 

De esa manera, la reforma propone limitar la deuda a un máximo, homologar los criterios de contratación, transparentar las condiciones e incluso, condicionar el endeudamiento sólo a la inversión pública. En pocas palabras, todo lo contrario de lo que ahora sucede. En el mismo sentido, la Auditoría Superior de la Federación promueve una reforma a la Ley general de deuda pública. Por su parte, el club de los gobernadores, la Conago, ya hablaron de cambios con la Secretaría de Hacienda. ¿Es el fin de la fiesta? Todavía no lo sabemos, pero regresar a los principios básicos de las finanzas, es un paso necesario para ordenar el desastre  y limitar los abusos. Entre tanto, deuda dada, ni Dios la quita.

Milenio 27 de marzo 2013