domingo, 1 de mayo de 2016

Apelar a la vergüenza

En un estado de impunidad, el más fuerte es el rey. Bajo esa consigna de la selva citadina, la ley siempre es negociable, dúctil y dispuesta al mejor postor. Para el influyente, lo relevante es el dinero, la fuerza o las relaciones políticas. Con la multiplicación de la cámaras en los teléfonos, no hay semana sin un video que atestigüe de estos ciudadanos "especiales": el funcionario; el adinerado con un séquito de guaruras; el violento que a base de fuerza doblega la ley.







Ante esa situación, ocasionalmente surgen iniciativas o estrategias para tratar de encausar prácticas cívicas. Pero la labor resulta difícil y hasta peligrosa. ¿Algunas vez han llamado la atención a los automovilistas que no respetan los espacios para discapacitados? Inténtelo, así les puede ir. Mentadas de madre, amenazas y hasta agresiones les garantizo que van a recibir. Sin embargo, es revelador como una cosa lleva la otra. A nivel general podemos quejarnos amargamente de la corrupción de la política y los políticos, pero en las pequeñas actitudes, se es tolerante a la corrupción en la vida cotidiana. Un entorno de poca legalidad puede describir al gobierno y las autoridades, pero sobre todo, dice más de los ciudadanos que lo conforman. Porque sin duda, la otra cara de la moneda, la que toca a los ciudadanos, también propicia y tolera esas condiciones. ¿En verdad nos resulta extraño?
Recientemente, la delegada del gobierno de Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez, ha utilizado transmisiones en vivo para grabar los operativos del gobierno en la calles. Específicamente las faltas viales y el retiro de automóviles de la banquetas. Como en todo, poco tardaron para documentar, a través Periscope (una red que transmite video en vivo), a los cómodos influyentes que no les basta la calle, de paso toman las banquetas. En una de ésas, un prepotente mandó a los guaruras por delante para evitar ser infraccionado. El suceso habría pasado inadvertido, si no fuera porque se grabó. De esa manera, nos enteremos santo y seña sobre el agresor. Exhibido ad infinitum en la prensa y las redes sociales, el agresor se dio por ofendido en sus derechos humanos. ¡No es broma! ¿Dónde hemos escuchado eso de "el ofendido soy yo"?
Curiosamente romper la ley y agredir a los ciudadanos no es el problema, sino ser exhibido públicamente. Quizá en un estado de impunidad generalizada como el que vivimos en México, estas pequeñas salidas, como utilizar grabaciones, sea un disuasivo para pensarla dos veces. Por supuesto, también hay detractores de la exhibición por considerarla infamante y hasta ilegal. El problema no está tanto en burlar la ley, sino exhibir públicamente el quebranto. Eso es lo que indigna según los críticos. Pero el asunto no es nuevo. Algunas policías en México ya incorporan cámaras a su ejercicio diario. En países como Estados Unidos, Inglaterra o Canadá, por mencionar algunos, las cámaras hacen las veces de policías en las calles. Es el Big Brother en todos los rincones. La diferencia abismal entre esos países y el nuestro está en la legalidad, o si se quiere, en la impunidad. Acá asumimos que todo es negociable, incluso en detrimento de los mismos ciudadanos. Y cuando la ley no nos favorece, entonces recurrimos a los derechos humanos. Hay en nuestra vida pública, una especie de liberalismo disfuncional que supone al individuo por encima del derechos de otros individuos. De esa manera no hay ley que aguante, ni prácticas cívicas que lo soporten. Por lo mismo, apelar a la vergüenza se vuelve una pequeña estrategia para defender un piso mínimo de legalidad. Por supuesto, utilizar las redes sociales para exhibir puede caer fácilmente en el espectáculo, pero también, esas mismas redes documentan la miseria del ciudadano y su profundo desprecio por la ley. La infamia no viene de las grabaciones, sino de los ciudadanos mismos.
2 de marzo 2016 
El Siglo

El interés más sincero


Desde el título, el libro llama la atención de los lectores, pero también define la intención de su autor, Heriberto Ramos Hernández. El interés más sincero. Noventa pretextos para iniciar una conversación (Groppe, 2015, 262 páginas), es una obra miscelánea que reúne una serie de textos publicados por el autor a lo largo de los años en periódicos, y en la prestigiosa revista de economía, finanzas y negocios, Expansión.






















El libro se compone de pequeños textos que transitan entre la rigurosa teoría económica y administrativa, la filosofía, la literatura y hasta la canción ranchera. Sí, el autor no renuncia a tratar los temas más serios e importantes bajo el contrapunto del humor y la ironía, lo cual se agradece como lector. Pero lo más apreciable del libro, es la experiencia que Ramos Hernández nos comparte en sus páginas. Los casos de negocio y empresas. Los distintos caminos del dinero y las finanzas. En ese sentido, el artículo "Emprender no es suficiente", resume lo mejor del autor sobre empresas, negocios, administración. No sólo habla el conocedor académico de libros, teorías y casos de estudio; habla ante todo, el conocedor que ha estado en el terreno de la banca y las empresas. Lejos del conocimiento meramente libresco, el autor nos sorprende, como suele sorprender a sus alumnos con la siguiente cuestión: ¿Por qué los leones apestan?
Me gusta la mirada irónica del autor cuando afirmar que es un libro accesible para todo tipo de lectores. La sentencia me recordó aquella que nos dejó un brillante francés, cuando al principio de su breve, pero sustancioso libro sobre el método, dice: "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo".
Confieso que leí El interés más sincero, no sin dejar de reír, y a veces hasta carcajear. Ramos Hernández es humorístico sin dejar de serio. O mejor dicho, trata los temas más serios con un tono lúdico y ligero. De esa manera, en sus páginas dialoga con Gary Becker, Milton Friedman, Joseph Schumpeter, Paul Krugman, Paul Samuelson, Ronald Coase, Daniel Kahneman; pero también regresa al príncipe de la canción, José José, Raphael, Rigo Tovar o el infalible filósofo de Guanajuato, José Alfredo Jiménez.
Entre texto y texto, el autor tampoco priva a los lectores de compartir aspectos biográficos. Lejos de los aburridos textos académicos -por planos y puramente descriptivos-, el autor enlaza lo mismo una antropología de la canción romántica, con los gigantes empresariales como Wal-Mart y YouTube.
Más serio, el autor nos comparte un punto central que recorre las página de su libro. Leamos a Ramos Hernández: "Pero muy joven tuve la fortuna de aprender otro idioma. Y me ha servido para ganarme el sustento. Me refiero al idioma de los números. Son tan bellos como las palabras. Alguna vez he comentado que con la debida formación y experiencia, uno puede encontrar apasionantes historias leyendo estados financieros… quería escribir algo sobre lo interesante que son los números en los negocios, ese complejo conjunto de relaciones humanas donde, según el viejo chiste, el interés más sincero es el interés compuesto".
Ramos Hernández escribe con desenfado y mientras leemos temas puntuales de finanzas, empresas y negocios, contrapone una referencia que une puntos disímbolos. Ahí aparece la literatura, la filosofía, la poesía, pero también la canción romántica y la vida nocturna de la ciudad.
Hay en su estilo de escritura, una referencia innegable al aforismo y la sentencia, de tal forma que estampa lo mejor de un texto, en una frase. Dos o tres palabras lo resumen todo. El interés más sincero es el primer libro de Ramos Hernández, y cuando terminamos de leerlo ya estamos esperando el otro. Gracias Heriberto por tu apreciable humor reflexivo, pero sobre todo, por tu amistad.
Interesados en el libro, pueden acudir a la bien surtida librería El Astillero en la avenida Morelos.
El Siglo
3 de febrero de 2016

Por sus instituciones los conoceréis


Como en todo, las empresas pasan ciclos buenos y ciclos malos. En las buenas rachas no sólo se gana, sino también se crece. Los años buenos pueden apalancar el futuro y también permiten amortiguar las bajas. Pero las oportunidades no siempre se dan. De ahí, que una buena administración hace la diferencia para permanecer y continuar. Aunque se trata de pequeños principios, resulta aterrador conocer la forma en que a lo largo de las décadas, se han administrado las empresas públicas. Peor todavía, las instituciones. A diferencia de las empresas privadas, que suelen desaparecer tras una mala administración, las empresas del gobierno y también sus instituciones tienen la "ventaja" de permanecer no obstante una deuda que las ahoga, o una pésima administración. Al final siempre quedan los recursos públicos para sostener lo insosteniblemente.
Nuevamente Pemex, "la empresa de los mexicanos", está al borde del colapso. Ahí los principios básicos de administración no aplican, como tampoco aplica una sana economía. Otra vez, de la historia no aprendimos nada. La primera década del siglo XXI dejó ingresos millonarios a la empresa. Los altos precios del petróleo sirvieron para financiar el gasto corriente de los gobiernos, la deuda pública, proyectos improductivos y al final, muy poco de eso nos quedó como valor público. Ahora que los precios están por los suelos, el gasto operativo de la empresa es incosteable. No aprendimos nada de los exuberantes años 70 del siglo pasado. Tampoco nos quedó nada de esa buena racha con precios altos; ni siquiera un fondo para los años de "vacas flacas". Durante décadas Pemex fue la caja chica del Estado mexicano, pero todo tiene un límite. Hoy le saldría más barato a los ciudadanos declararla en quiebra, que tratar de mantener artificialmente un cadáver. Como solución, el gobierno federal propone más deuda para rescatar un empresa inoperante. Se trata de una cifra estratosférica: ¡un billón de pesos! Por lo pronto, ya recetaron 50 mil millones de pesos para solventar las pensiones. El cuento de nunca acabar.
Sin embargo, lejos de tratarse de un caso asilado que amerita un rescate excepcional, se trata de una característica que muestra la dimensión inoperante del Estado mexicano. No sólo del gobierno, sino del Estado mismo. ¿Ahora entienden por qué es tan endeble la seguridad pública?
Pero veamos otra institución, para no ensañarnos con las "empresa de los mexicanos". Recientemente las autoridades festejaron la creación la nueva Secretaría de Cultura a nivel federal. Pero lo nuevo poco duró, porque arrastra serios problemas en su administración. Mucho personal y pocos resultados. El mejor ejemplo lo tenemos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Encargado de proteger el patrimonio arqueológico e histórico del país, el INAH está ahogado por una inmensa burocracia que se concentra en la capital del país (¡qué raro!). ¿Qué significa esto? De más de 7 mil trabajadores, sólo 24 por ciento hacen labores sustantivas para la conservación. El resto engorda la nómina. Dicho en otras palabras, una institución relevante es degradada desde un gobierno inoperante. Por lo mismo, es difícil que así pueda haber eficiencia, buen servicio y resultados con un claro valor público. Hace décadas Gabriel Zaid llamó a esta característica del Estado mexicano, el progreso improductivo. Seguimos en las mismas. Bajo esa relación, no hay dinero público que alcance, ni instituciones que puedan prestar servicios de calidad. Para el caso, ya mejor ni hablamos de la salud. Más que pensar en reformas y gastar en aviones millonarios, habría que empezar por lo básico: administrar bien lo que se tiene. ¿Es mucho pedir?
El Siglo 17 de febrero 2016
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1198031.por-sus-instituciones-los-conocereis.html

Recuerdos de la Alhambra


La identidad de una ciudad también se encuentra en su arquitectura. De esa manera, las construcciones, los materiales empleados y los estilos, reflejan una historia de cómo los personas han construido las ciudades. Me gusta la arquitectura porque permite leer esas historias. A través de esas huellas, se muestran estilos, formas y gustos, pero también, influencias del pasado.






La más reciente exposición del Museo Arocena -ya cerca a cumplir diez años-, revalora la arquitectura de Torreón. Bajo el título, "Recuerdos de la Alhambra. Arquitectura orientalista en Torreón", nos propusimos desde el museo, abordar las huellas materiales que refieren a Oriente. Se trata de una investigación realizada por un servidor, acompañada por el excelente fotógrafo Jesús Flores Valenciano. Aunque la muestra se encuentra en un espacio de la Casa Arocena, en realidad la exposición está en las calles. ¡Esa es la mejor parte! Así, el pasado 31 de enero se inauguró la expo con un recorrido peatonal. Debo confesar que el tema rebasó las expectativas, ya que asistieron más de 120 personas. Con todo, fue impresionante ver el interés de la gente por escuchar estas historias a pie de banqueta. Así, partimos del museo hacia el Hotel Galicia, y por la misma calle Cepeda, seguimos hasta la esquina de la avenida Matamoros, donde fue destruida una preciosa casa de corte orientalista. Caminamos hacia la antigua casa Rincón, en la avenida Morelos 1340, obra del maestro constructor Cesáreo Lumbreras. De ahí partimos hacia la bien ornamentada casa Zarzar, en la calle Acuña, y de luego continuamos el paso hacia el edificio Urdapilleta en la calle Falcón. Una joya admirable del recorrido la encontramos en la Ildefonso Fuentes, me refiero a la antigua "Casa Mudéjar", que de milagro sobrevive. Por cierto, ¿cuándo arreglará el municipio el problema legal que la tiene en abandono? Más todavía, ¿quién se está robando el piso?
"Recuerdos de la Alhambra" dignifica la memoria del patrimonio que fue impunemente destruido. En ese sentido, la demolición de la casa de Fernando Rodríguez en 1982, conocida popularmente como "casa morisca" o "Alhambra", fue un emblema de la ciudad. Construida en 1930 bajo la mano de Lumbreras, la casa se volvió con el tiempo, un símbolo de la ciudad. A tal punto, que las postales de Torreón de los años 40 y 50, incluían en su catálogo la preciosa casa la avenida Colón y Abasolo. Su estilo fue una interpretación moderna del mudéjar. Hoy tenemos ahí un edifico que niega todo sentido de estética y gusto. ¡Un horror! Han pasado más de 30 años desde que la tumbaron, y todavía encuentro gente indignada.
Torreón, una ciudad moderna que explica su auge económico en pleno porfiriato, reflejó en su arquitectura, sencillas formas basadas en estilos históricos de profunda tradición como el mudéjar. Desde luego, no fue la única ciudad. El estilo arquitectónico se reprodujo en otras ciudades como parte de una tendencia que utilizó modelos historicistas. En la región, los rastros de esa influencia, no sólo quedan en Torreón, sino en Lerdo y San Pedro de las Colonias.
La exposición buscan resaltar el orgullo y la identidad de la ciudad por medio de la historia. En esta ocasión, a través de la arquitectura orientalista. Estoy convencido que a través del conocimiento podemos comprender y conservar mejor nuestra identidad. Se ama aquello que se conoce. En consecuencia, preservamos aquello que conocemos. Por el contrario, con facilidad se pierde lo que no se conoce, lo que se ignora. Así sea muy valioso.
Aún así, otros edificios y casas de importante valor para la ciudad, han sido destruidos. En los últimos años, he documentado cómo de manera impune, y ante la "vista gorda" de las autoridades, se han destruido inmuebles con valor histórico. Hay en todo esto, una destrucción de la historia misma. Al tirar muros, adobes y tabiques, también se tira la historia y se va una parte de nosotros.
El historiador, como es mi caso personal, o una institución cultural como un museo, no pueden evitar la destrucción del patrimonio, ya sea por la ignorancia de los particulares, intereses comerciales que suelen arrasar con todo, o la indolencia de las autoridades. Sin embargo, el historiador sí está llamado a conservar la memoria, incluso, a reconstruirla desde las cenizas. Sirva pues esta exposición para difundir el conocimiento, y sobre todo, la pequeña esperanza de que mañana, habrá de conservarse nuestra identidad.
El Siglo 
10 de febrero 2016 

Tomar en serio a Trump


Más allá de la estridencia, el mal gusto o incluso la misoginia, hay que tomar en serio al precandidato republicano, Donald Trump. El hombre ha mostrado talento para llenar los medios y en consecuencia habla. Es cierto, instiga, insulta, dice tonterías y hace propuestas absurdas como la de construir un muro en la frontera con México. Su consigna ante todo es aparecer y ganar la candidatura del partido a la presidencia de los Estados Unidos. No importa que sea a base sandeces y expresiones negativas. Desde esa lógica, para el empresario metido a aprendiz de político, no importa tanto lo que diga, sino sencillamente que diga. Que hablen mal, pero que hablen. Así, durante meses ha ocupado los reflectores. De él y nadie más se habla en la contienda presidencial. Ocasionalmente sabemos de Hillary Clinton, pero los reflectores están en Trump.
A punta de mediatizar cualquier tontería, o peor aún, con base a expresiones racistas, Trump va que vuela para convertirse en candidato. Atrás quedan en los caucus Ted Cruz y Marco Rubio. Tanto a los votantes como a los observadores externos, nos pueden disgustar sus desplantes. Más todavía, podemos repudiar sus posturas antiinmigrantes y antimexicanas, pero al final, lo que impera en la política no es precisamente la razón o el buen juicio, sino la popularidad. Encarrilado desde un discurso xenófobo y hasta con ciertos tintes fascistas, Trump se está ganando el respaldo de un sector que no sólo simpatiza con él, sino además aplaude sus desplantes. Trump contra los inmigrantes. Bravo. Trump contra el Islam. Bravo. Trump misógino. Bravo. Trump contra China. Bravo. Trump contra las empresas globales. Bravo.
Por lo mismo, no importan los calificativos negativos que enumeremos de Trump y su bravucón discurso, sino la posibilidad real que tiene de convertirse en candidato, y hasta en presidente de los Estados Unidos. ¿Se lo imaginan en el poder? En ese sentido, hay que tomar en serio a Trump, en tanto la posibilidad que sí tiene. Despreciar y descalificarlo no le quita la posición cada vez más cercana de ser el candidato republicano. Visto así, más vale que nos vayamos preparando. Por ahora conocemos a un millonario jugando a la política. Pero no es difícil imaginar al magnate "haciendo" política. En tales condiciones, la candidatura de Hillary Clinton por el partido demócrata, a pesar de que Bernie Sanders le pisa los talones, aparece como un mal menor ante la seriedad del candidato republicano. Sólo el tiempo dirá si triunfa el espectáculo sobre la cordura. Después de todo, la democracia también puede negarse así misma. La Alemania nazi es el mejor ejemplo.
No hay duda de que la naturaleza diabólica y seductora del poder transforma. Modestas repúblicas como Bolivia y Venezuela ejemplifican los usos del poder y sus consecuencias negativas. Evo Morales, en su condición de "humilde" presidente, llegó en 2006 a la presidencia. Desde entonces no ha soltado el poder y recientemente los ciudadanos rechazaron su intención de reelegirse más años. ¡Nada más otros diez! Como verán, ya en el poder nada es suficiente. El chaparro es alto. El tonto es inteligentísimo. El feo, un notable galán.
A Hugo Chávez en Venezuela sólo lo detuvo la muerte, pero el líder populista ya tenía planes para largo con la "república bolivariana". Desde la baja considerable de los precios del petróleo, el sucesor, Nicolás Maduro (una caricatura de Chávez), se ha quedado sin fondos para alimentar el populismo. Ya sólo cuenta el tiempo desesperado para que no triunfe la oposición.
No es casual que el desencanto económico en la democracias lleve a posiciones extremas como las que ahora representa Trump. El magnate podrá ser un payaso. Pero un payaso muy serio desde el poder.
El Siglo
24 de febrero 2016
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1200176.tomar-en-serio-a-trump.html

El fin del moreirato

Un escándalo desplaza a otro. De esa manera, la presidencia de la República ya no pudo festejar más la captura del Chapo. Solamente otro notición podía desplazarlo: la aprehensión de Humberto Moreira en España. La noticia generó tal estruendo, que prácticamente anuló la celebración de Enrique Peña Nieto y le volvió a echar a perder otro viaje al extranjero. Acusado de lavado de dinero, Moreira fue detenido por las autoridades españolas en el aeropuerto de Barajas. La noticia corrió como pólvora y prácticamente Moreira le robó la plana al Chapo, lo cual ya es mucho decir. En el juego de la ironía, la policía española escribió en Twitter tras la detención de expresidente del PRI: "Misión cumplida". Palabras más filosas no pudo encontrar el gobierno mexicano.
La noticia cayó como bomba en el país, y por supuesto, en Coahuila. La justicia se hace en el extranjero. En México, esos políticos son impunes. El golpe fue tan fuerte, que se canceló el Consejo Político Estatal del PRI y en Los Pinos retumbó. Pero el silencio reinó. El gobernador Rubén Moreira II, guardó un silencio elocuente. El silencio de la complicidad. Por su parte, el presidente Peña Nieto pidió esperar y continuó sin molestias su viaje a Oriente. El preciso no tiene amigos. La Procuraduría General de la República no quiso darse por enterada de la red de corrupción liderada por ex gobernador de Coahuila. Lo suyo es buscar a Kate del Castillo. En cambio el PRI acuñó una frase de antología: "Las instituciones no son responsables de los actos de los individuos que las integran"
Como gobernador de Coahuila, Humberto Moreira fue el principal responsable de una deuda impagable, a todas luces desproporcionada y sobre todo, adquirida en parte de manera ilegal y fraudulenta. De esa forma, un buen día de 2011, los coahuilenses amanecimos endeudados hasta la chanclas con más de 36 mil millones de pesos. La cifra fue tanto como robarse un presupuesto anual del estado para esa época. A partir de entonces, el asalto al erario coahuilense quedó impune y se volvió un enorme agravio. Por lo mismo, cuando se supo que Moreira terminó en la cárcel, un júbilo se extendió entre muchos ciudadanos, incluyendo algunos priistas. ¡Gracias España! ¡Gracias Estados Unidos!
En mayo de 2008 empecé a escribir de manera regular en El Siglo de Torreón. Por entonces, mi primer artículo se tituló, "La deuda de Coahuila". En ese texto discutí y critiqué, pero sobre todo, expresé mis dudas acerca de la deuda de 3 mil 500 millones que el gobierno del estado contrató en ese año. Aunque ya existía evidencia de malos manejos gracias a los informes de la Auditoría Superior de la Federación, nunca me imaginé en ese momento, el megafraude en que se convertiría. Durante años Humberto Moreira quedó impune y hasta llegó decir que el ofendido era él. Así de trastornado lo dejó el poder. Para no quedarse atrás en la corrupción, el Congreso local legalizó la deuda y actualmente esos cómplices son "representantes populares" y funcionarios en el gobierno estatal.
El gobierno al mando de Peña Nieto, hizo del combate a la corrupción un discurso de campaña, es decir, no hizo nada. Durante esos años se habló que una parte del dinero de la deuda fue a parar a la campaña presidencial. ¿De qué otra manera explicar el vertiginoso ascenso del coahuilense en el PRI nacional? Ante el dilema del prisionero, algunos operadores de Moreira lo fueron señalando en Estados Unidos. ¿Hablará también Moreira sobre Peña Nieto, como antes lo hizo Javier Villarreal o Rolando González Treviño?
Lo que ya no sorprende del suceso, es la facilidad con la que un gobernante en México, puede asaltar el erario impunemente. Más todavía, ser protegido por el mismo sistema político. Con razón, Arturo González de Aragón, quien fuera el auditor de la Federación hace algunos años, se despidió de su cargo, afirmando que los partidos políticos en México son un auténtico crimen organizado.
Por lo pronto, la captura de Moreira significa el fin del moreirato en Coahuila. Difícilmente el PRI nacional cargará ese muerto. A todo esto, el gobernador Moreira II es insostenible. El fantasma de Oscar Flores Tapia recorre Coahuila.
El Siglo 
20 de enero de 2016 


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