miércoles, 29 de mayo de 2013

La toma de Michoacán


Desde hace tiempo que las responsabilidades del Estado se han vuelto insignificantes. No todas, pero cuando en la seguridad de los ciudadanos, las instituciones parecen pulverizadas. Ni siquiera un base mínima para soportar la crisis de la llamada seguridad. Después de tantos años, digamos un sexenio, nuestro Estado no parece más fuerte, o siquiera más eficaz. De los síntomas ya no se quiere hablar, pero el desastre continúa. El caso de Michoacán es emblemático, porque ahí arrancó el anterior presidente su campaña militar. Para colmo de males, el hombre resultó ser originario de ahí. Por fortuna acabó su gobierno, pero no acabó el problema de la entidad, por el contrario, se fragmentó, y dio lugar, como la hidra, a otras cabezas. Y el problema sigue ahí. 

El nuevo gobierno, que todavía goza de cierta credibilidad, además de condonar impuestos millonarios a La Televisora, decidió que Michoacán sería su laboratorio. A La Laguna, una de las zonas más violentas del país, sólo le mandó dinero para algo que suponemos es la prevención del delito, pero en la plena opacidad, nada evita que aquello termine en las elecciones. En Acapulco, antes puro palmera y sol, ahora naufraga a su suerte, y el gobernador Ángel Aguirre es un decir. Peor en Michoacán que ni gobernador tienen. Enfermo Fausto Vallejo, se retiró. Y el sustituto se queda con los problemas de la deuda, y sobre todo, un estado frágil. Michoacán sigue tomado por los grupos criminales y por todo aquel que lo mismo cierra carreteras y calles, saquea transportes, o hace las veces de “policía comunitaria”.
Abusando del optimismo, el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirma que en “no estamos haciendo lo mismo que antes”. Para Calderón Michoacán fue un fracaso, y con Peña Nieto la crisis parece agravarse. No se trata sólo del narco y la violencia, la cual tiene sus ciclos, sino del profundo deterioro social. La situación preocupa tanto, que hasta varios legisladores, incluyendo la ex candidata a la gubernatura del estado, ahora senadora, Luisa María Calderón, le han planteado al gobernador interino, “en qué le podemos ayudar”.

Osorio dice que ahora sí “hay una espléndida coordinación con un mando único en manos del Ejército y éste está trabajando en ganarse la confianza de las comunidades”. Sin embargo, el poder está en otro lugar, por ejemplo, en Buenavista Tomatlán, autodefensas ciudadanas (así el eufemismo), retuvieron a 24 militares. El gobierno se cansó de negarlo, pero ya era tarde para creerles porque antes los habían doblegado en la región de la Tierra Caliente.

Michoacán fue el fracaso de Calderón. Ahí inició la guerra que no terminó. Ahora las autoridades dicen que sí hay estrategia, que sí van a cambiar las cosas, pero el estado continúa tomado por grupo de chantaje como el sindicato de la educación. También está tomado por grupos criminales, por policías comunitarias, por quienes a nombre de la comunidad, deciden la ley. Así, bajo el amparo de la colectividad y nada más.

29 de mayo 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9181934

El arte de insultar


Insultar es un arte. No sólo de trata de la reacción, la respuesta iracunda, el alarido, o la vil grosería, sino de la inteligencia. Augusto Monterroso, ese genio del cuento en miniatura, nos dice que la primera función de la ironía es hacer pensar, luego reír. Algo similar sucede con el insulto. El gran Borges le interesó ese arte y sobre todo su método. En un pequeño ensayo, “Arte de injuriar”, escribió: “Un estudio preciso y fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamente algo más. El agresor (me dije) sabe que el agredido será él, y que «cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada en su contra», según la honesta prevención de los vigilantes de Scotland Yard. Este temor lo obligará a especiales desvelos, de los que suele prescindir en otras ocasiones más cómodas”. Aunque breve, el argentino sugirió, para definir a los polemistas, un alfabeto convencional del oprobio. A partir de ahí, los precisos insultos.

En el arte de insultar como Winston Churchill, Eduardo Salles dibujó al inglés expresando sus dotes: Insultar es un talento, pero tu lo haces parecer un instinto. Sobre el particular arte, recientemente me encontré una buena colección. Héctor Anaya, publicó El arte de insultar (Editorial Promociones y proyectos culturales, 2012, 472 páginas). Se trata de un provechoso recorrido a través de célebres autores, ocasiones para la polémica, formas y fondos del insulto.

Sin rodeos, Anaya nos dice que insultar es un arte, “no soltar exabruptos, palabrotas, malas palabras, majaderías, leperadas, peladeces, ajos y cebollas, o como se quiera llamar a expresiones socialmente incorrectas”. Para Anaya, el que se atreve a la grosería (la palabra gruesa, burda), en realidad mancha el entorno, más que herir en específico. “Decirle güey, pinche, pendejo a alguien, no es insultar sino abandonar la misericordia. Insultar en cambio, exige capacidad para la definición, precisión en el ataque”.

Pero mejor vayamos a los insultos: 

Tenía una sola idea y era equivocada, Benjamín Disraeli. 

Cuando la estupidez es considerada patriotismo, es inseguro ser inteligente, Isaac Asimov. 

Él no sabe nada, aunque piensa que lo sabe todo. Eso apunta claramente su carrear política, George Bernard Shaw.

Sacada del imprescindible Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, leemos la definición de candidato: Caballero modesto que renuncia a la distinción de la vida privada y busca afanosamente la honorable oscuridad de la función pública. 

Nuevamente recurrimos a Borges: La democracia es el abuso de la estadística. 

Y Napoleón definió bien que en la política, la estupidez no es un impedimento. 

Abraham Lincoln nos dice que hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios. 

En cambio, Henrich Heine, elogia la soledad: Ordinariamente es un demente. Pero tiene momentos lúcidos cuando sólo es un tonto.

Además, el libro de Anaya retoma una serie de polémicas, diatribas e insultos entre escritores: Lope contra Cervantes, Quevedo contra Góngora, e incluso el siempre filoso Octavio Paz contra Carlos Monsiváis y otro buen número de escritores. En fin, más vale un buen insulto, que una mala grosería.

26 de mayo 2013 
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9181656

El Moreira de Tabasco


Como en la historia reciente del país, la alternancia en Tabasco llegó muy tarde. Ya sé que después de dos sexenios panistas la alternancia no es todo, pero sí es una condición mínima para evitar abusos perpetuos. Sencillamente no es sano que siempre gobierne un solo partido. En el verano de 2012, ganó por primera vez otro partido el gobierno estatal de Tabasco. Arturo Núñez encabezó la coalición PRD, PT y Movimiento ciudadano. No sólo le ganó la gubernatura al PRI, sino también se ganó un gran problema al recibir en números rojos y al borde de la quiebra las finanzas del estado. Esa historia ya parece normal en nuestra democracia, porque al igual que otras entidades, heredaron gobiernos endeudados y fraudes millonarios. El paradigma fue Coahuila con Humberto Moreira. Pero Veracruz, Michoacán (que ya ni gobernador tiene), Chiapas, Nuevo León, Jalisco…

Ahora tocó el turno a Tabasco, que durante el gobierno de una “persona normal” como Andrés Granier Melo, dejó una finanzas endeudadísimas. Eso sí, el exgobernador es un gentleman, un exquisito para vestir: 400 pares de zapatos, mil camisas, 400 pantalones, 300 trajes y una deuda de miles de millones de pesos. De la noche a la mañana la deuda de Tabasco pasó de unos 4 mil millones a más de 17 mil millones de pesos. En pocas palabras, uno Humberto Moreira del sur, aunque todavía se queda corto contra los 35 mil millones.

Cuando el nuevo gobernador, asumió el poder en enero de este año, encontró una situación financiera escandalosa e inoperante. Ni siquiera tenía el gobierno estatal para pagar la nómina y tuvo que rogar que le adelantaran participaciones federales. Por supuesto, el exgobernador negó tranquilo el desastre financiero. “Me resulta dificilísimo de creer que el gobernador del estado no estuviese enterado”, expresó Núñez al referirse a Granier. Luego vino la investigación, las grabaciones y el escándalo del ex secretario de finanzas, José Manuel Saiz (un Javier Villarreal de baja estofa), a quien nada más le incautaron esta semana, 88 millones de pesos en efectivo. Eso sí, guardado en modestas cajas de cartón, lo que muestra como un mal aprendiz de Zhenli Ye Gon. ¿Se acuerdan del “copelas o cuello”?

Dentro de todo los males, está la pequeña virtud de la alternancia. ¿Qué habría sido de esta historia si el mismo partido, el PRI, hubiera ganado las elecciones? Seguramente no sabríamos el tamaño del fraude, ni la corrupción que rodea a la anterior administración en Tabasco. Ya hasta la Auditoría Superior de la Federación dice que investigará las cuentas. Sólo falta que en las próximas semanas giren una orden de aprehensión contra Granier Melo. Pero el caso de Tabasco demuestra lo fácil que es robar el erario en México y salir impune. También demuestra, que a falta de alternancia en los estados, Coahuila es un gran ejemplo, tenemos campeones de la impunidad y la corrupción. Nada más entre los Moreira (uno tapa al otro), por más que se den patadas por debajo de la mesa, la deuda sigue impune. Nadie sabe nada sobre los 35 mil millones, pero el profe vive de una beca que ¡no tiene! ¿Qué mayor beneficio pueden gozar Humberto, Javier Villarreal, Vicente Cháirez y todos los demás caballeros del megafraude en Coahuila? La alternancia no será mucho, pero cómo se extraña en la entidad. Sin duda otra historia contaríamos.

24 de mayo 2013
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Árbitro legal

Documentos, firmas y nombres del escándalo envuelven a Leopoldo Lara Escalante, presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila. Tiene razón en afirmar que los documentos notariales donde aparece un tal Vicente Chaires Yáñez, están dentro de la legalidad. ¿Se acuerdan de ese personaje? El mismo ligado al megafraude y la deuda en Coahuila con Moreira I. Lo cuestionable y lo sospechoso es la relación que parecen apuntar los documentos con los operadores del moreirazo. ¡Vaya historia de cara a las elecciones!

Plan Nacional de Desarrollo

Nada más ingrato en la administración pública que elaborar planes de desarrollo. El gobierno hace un gran ruido: convoca a foros ciudadanos; consulta a expertos; enuncia indicadores; instruye al gabinete; y por su puesto, describe un futuro mejor. Pero años después, la inoportuna realidad se encarga de encoger a los mejores planes. Y no dudo de la capacidad cuando la hay, de la planeación estratégica, de los diagnósticos y los datos duros que acompañan a los planes de desarrollo. En cambio, sí dudo de la buena fe y esperanza que suelen abrir los gobiernos cuando inician. Nuestro sagrado texto constitucional indica la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo (PND). En sentido estricto no es un documento operativo, pero sí la brújula de las principales acciones. También refleja, al menos en papel, la visión del gobierno en turno. El pasado lunes se publicó el PND. Ya sé que a casi nadie le importa, pero, para bien o para mal, lo enunciado ahí es la plasma la visión del gobierno para las próximos años, ¡al menos seis!

El documento de 184 páginas se resume en cinco grades metas, y no es casual, después de la funesta herencia del gobierno anterior, que la primera meta sea alcanzar un México en paz. Luego enuncia lograr un país incluyente; construir una educación de calidad; impulsar un México próspero; y consolidar una responsabilidad global. Para cada eje se describe un diagnóstico, seguido de un plan de acción. Según el propio presidente, “no es un Plan para administrar la coyuntura o las circunstancias; es un Plan para hacer cambios de fondo”.
En México Evalúa han señalado con razón que “el enfoque actual a resultados esta desvinculado de los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo y de aquellos de mediano y largo plazo que dirigen la gestión pública. Un ejemplo claro de ello es que somos capaces de conocer el momento en que inicia la operación de un programa, pero nunca sabemos en qué momento finalizará o cuál es su meta última a alcanzar”.

En cambio, a diferencia de largo proceso del PND, más pragmático e inmediato ha resultado el Pacto por México, que se propuso metas y objetivos más factibles. En la práctica, el Pacto ha hecho las veces de plan. Poco a poco avanza, a pesar de los manotazos de Gustavo Madero y las pugnas internas en el PAN. Incluso, ha dado resultados de corto plazo para la negociación de reformas en conjunto con el PRD. Son dos medios distintos. El PND es obligatorio, aunque no se cumpla ni alcance consistencia entre las metas, los objetivos y los resultados. El Pacto, se adelantó al plan y de paso, logró concretar en poco tiempo, acuerdos en el congreso. Pero los planes fácilmente pueden caer en negligencia, y los pactos, ser frágiles por las voluntades. Al final, en medio de ambos, no queda más que la política y un enorme plan.

22 de mayo 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9181274

Grandeza del Río Nazas

Río Nazas, puentes. 

En la efervescencia del fútbol, el equipo Santos Laguna es nuestro termómetro, nuestro referente de humor. Felices porque el equipo avanza; luego deprimidos por la tremenda derrota. Y casi acariciamos el campeonato… pero en los vaivenes del balompié, los laguneros llevan bien puesta la camiseta verde. Es el orgullo regional, y a la vez la marca que nos identifica. Más allá de las localidades, decimos “Santos Laguna”, no “Santos Torreón”. Además somos guerreros por dos raíces: la norteña y la felizmente tlaxcalteca. Quienes conozcan bien la historia del equipo saben de lo que hablo. En todo esto, la identidad lagunera tiene en el Santos al símbolo más inmediato y por lo mismo, el más visible. No hay duda que nos identificamos con los guerreros, pero se trata, como los icebergs, sólo de la identidad que radica en la superficie. La parte profunda está ligada a sus ríos. Para los laguneros, el nombre es destino, es agua. Así, el río Nazas y el Aguanaval cruzan nuestra historia y conforman nuestra identidad desde al menos hace ¡seis siglos! Somos laguneros por el conjunto de lagunas que formaban los ríos. Hacia el siglo XVI los colonizadores hispano tlaxcaltecas, encontraron en la región un impresionante paraje lacustre. Así, la primera identificación que se hizo, fue con base a “las lagunas”. A partir de entonces se hablaría de la región de las lagunas; del país de la laguna. En diversos mapas coloniales, quedaron registradas tres grandes lagunas: la del caimán o Tlahualilo; la de Parras o Mayrán, y el Álamo de Parras, ahora Viesca.

¿Pero a qué viene todo este asunto? El Museo Arocena acaba de inaugurar una oportuna exposición donde retoma la identidad profunda de los laguneros: Río Nazas, identidad e historia. El propósito de la expo, en la cual tuve el honor de colaborar con la investigación, es conectar a los habitantes con la raíz profunda de su historia. A través de recursos digitales como pantallas táctiles, videos, fotografías y documentos, podemos conocer no sólo la historia, sino la interpretación que desde el presente hacemos sobre nuestro principal afluente. Por eso es significativo ver cómo las generaciones jóvenes que no conocieron el río en su cauce natural, acudieron al retorno del Nazas en el año 2008. Tan importante para los laguneros es la riqueza del agua, que hasta lo reconocemos como el “Padre Nazas”. Incluso, en el esplendor del “progreso”, los viejos agricultores del siglo XIX, lo llamaron el “Nilo lagunero”.

A pesar del mal trato que le hemos dado al padre, sobre todo después de la construcción de las grandes presas, todavía hay grandeza en el Nazas. Digo esto, porque hay poblaciones que han perdido trágicamente sus ríos.
La exposición que presenta el Arocena permite reconocernos en el río por medio de su historia, sus conflictos y sobre todo su presente. En especial me encantó la forma en que los laguneros ven al río actualmente. Por cierto, Sergio Garza hizo una espléndida compilación de videos en You Tube, además de los interactivos, donde se expresa una visión más reciente sobre el Nazas. Vayan, disfruten la exposición, que también se presenta simultáneamente en la Plaza Cuatro Caminos con motivo del día internacional de los museos. Como parte del diálogo con el museo, pueden mandar sus fotos o videos sobre el río a: info@musa.org.mx

19 de mayo 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9180999

Una persona normal

De un escándalo a otro, la opinión pública puede ser demoledora. Es un monstruo que vive en calma, y de un momento a otro estalla. Caprichosa, a la opinión pública se le suele subestimar, incluso confundir fácilmente con la opinión publicada. Cuidado cuando una y otra se corresponden cerca de una elección. Aunque parezca tan general y adormecida, requiere de una constante atención. Por eso resultan representativos de nuestra vida pública, los casos de tres personajes públicos recientemente degradados.

El primero, es una persona normal, que dice vestir de pantalón de mezclilla y camisa de cuadros, pero cuando se pasa de copas, presume un sobrado guardarropa, viajes y lujos. Una persona normal que tienen cientos de zapatos y cientos de camisas. Pero la acumulación no tiene nada de malo. Lo sospechoso en el caso de Andrés Granier, el exgobernador de Tabasco, es el origen y sobre todo, el desastre que dejó en las finanzas del estado. Un Humberto Moreira del sur. Pero nada es casualidad. El hombre que cuida las camisas y las aprecia, no negó su voz, sino la reconoció sólo para recordarnos ese viejo dicho latino: in vino veritas.

El problema no está en el espionaje telefónico, tan común entre los políticos, sino en la bebida: “Me pasé de copas. Desgraciadamente me tomé muchas copas, ese fue mi error… alardeé de lo que no era”, según expresó el exitoso exgobernador que ya no quiere saber nada de la política.
El otro caso corrió como pólvora en las redes sociales, ¿alguien duda de su poder? Dominado por los caprichos de su hija, Humberto Benítez, efímero titular de la Procuraduría del Consumidor (Profeco), nunca pensó, ni siquiera un poco, en renunciar tras el escándalo de la influyente “Lady Profeco”. Tranquilo, pensó que nada pasaba, salvo unas malas notas y la impertinencia de las redes sociales. Así continuó durante días, hasta que se hizo insostenible para el gobierno de Enrique Peña Nieto. En el colmo del escándalo, el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, tuvo que salir a dar la cara. El caso de Benítez, un hombre “leal” al presidente, muestra que para el gobierno de Peña es sumamente importante cuidar la imagen ante la opinión pública. Y vaya que en política pesa más la percepción que la supuesta realidad. Bajo ese precepto, no habría tolerado más un tercera semana de golpeteo contra “la imagen y prestigio de la institución”. Todo por un hombre que nunca le pasó por la mente renunciar. Al final, Benítez terminó clausurado por su hija, y en el colmo de la cortesía, el gobierno de Peña le dio todo su reconocimiento. ¡Vaya eufemismo!

Para intercambiar puestos, partidos y responsabilidades públicas, el nuevo blanco recayó en César Nava, el exdirector jurídico de Pemex y también expresidente del PAN. Como en los otros casos, ya ni se niega lo evidente. Para qué perder el tiempo en los detalles dirán los que fueron funcionarios. En los próximos meses vendrán otros escándalos, otros Benítez, otros Granier, otros Nava, pero difícilmente veremos, más allá de los eufemismos y las ridículas justificaciones, un llamado a cuentas a estos auténticos truhanes.

17 de mayo 2013 
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9180856