lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Por qué Trump sí puede ganar las elecciones?


Sin duda, Donald Trump es despreciable y racista, pero ahora es un candidato con serias posibilidades de convertirse en presidente de Estados Unidos. Por desplantes y bravuconería no ha parado. Incluso, algunas expresiones políticas son casi de corte fascista. En los meses anteriores a la candidatura presidencial por el Partido Republicano, no tuvo reparo en ser políticamente incorrecto. Va contra la globalización y quiere un muro en la frontera. A punta de espectáculo ganó popularidad y asaltó a los republicanos. Abusó de las palabras más allá de lo grotesco. Se presentó como misógino, antiinmigrante y antislámico, pero todo el mundo hablaba de él. Es un showman que ha asaltado la política. Por lo mismo, no ha dudado en transgredir las reglas, y de paso, tampoco ha dudado en agredir periodistas, oponentes políticos, y a cuanto se le pare enfrente. Sin embargo, todo el mundo habla de él. Pero más allá de la retórica del insulto, y en ocasiones, de abierto odio, un mensaje hace profundo eco en los norteamericanos: el mensaje de recuperar la grandeza económica.  “Make america great again”, reza el slogan de campaña.

¿Por qué Trump sí puede ganar las elecciones en noviembre y convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos? Por un momento dejemos de lado la detestable retórica trumpiana. Para el caso, centrémonos en la economía. Desde diferentes trincheras, dos agudos observadores norteamericanos, un periodista y un sociólogo, han escrito respectivamente dos libros que explican desde dentro, la decadencia norteamericana.  El periodista George Packer tejió varias historias para explicar “El desmoronamiento” americano (Debate, 2015). Packer narra la decadencia económica de las últimas tres décadas. Fábricas cerradas, ciudades y poblados abandonados, ricos más ricos, y una pauperización de la clase media. Literalmente describe el desmoronamiento del sueño americano. Para muestra, Youngstown, Ohio, donde la pérdida de las industrias se refleja en la destrucción de casas abandonadas. Ya sabemos que Detroit no tiene el monopolio del retroceso urbano. Si en el siglo XIX se habló de industrialización. En el siglo XXI podemos hablar de la desindustrialización.
Desde otro ámbito, Robert Putnam, el famoso sociólogo y politólogo estadounidense, autor del clásico estudio sobre la cultura cívica, Bowling Alone, recién publicó en 2015, el libro “Our Kids: The American Dream in Crisis” (Simon & Schuster). Desde Port Clinton, también en Ohio, Putnam comienza con el pueblo de su infancia en los años 50 del siglo pasado. Había prosperidad industrial y ahora es el escenario de un lejano sueño americano. La clase media gana menos en comparación a esos años. De esa manera, hay zonas en franca decadencia económica. Para Putnam la posibilidad de que los niños de hoy, sin importar su origen, alcancen el sueño americano, es cada vez más complicado. En tales condiciones es donde se explica que un antipolítico como Trump pueda ser presidente. Cada vez que Trump habla de deshacer los tratados de libre comercio, está hablando a un amplio sector de estadounidenses que han perdido sus empleos, o han visto disminuir sus oportunidades.  A Trump le gustan las galletas Oreo, pero tras el anuncio de la empresa Nabisco sobre  cerrar su fábrica en Chicago para trasladarla a México, el candidato afirma una y otra vez que no volverá a comer Oreo. Más allá de sus gustos, el mensaje de Trump va directo a los desempleados del libre comercio. De ahí su popularidad y arrastre, de ahí el convencimiento de tantos estadounidenses que añoran el sueño americano. En ese sentido, Trump tiene varias ventajas sobre la candidata demócrata, Hillary Clinton. No viene de la política, y como tal, esgrime un discurso contra los políticos. A Hillary, que tienen tantos negativos como él, no se cansa de llamarla “corrupta”. En un entorno de decadencia económica, el exitoso empresario se presenta como la última encarnación del sueño americano. Él se presenta como un empresario exitoso, y al mismo tiempo, ofrece una personalidad  autoritaria en un momento de crisis. Por lo mismo, no tuvo reparo en reconocer y elogiar a Vladimir Putin. En Europa, los ingleses acaban de demostrar con el Brexit, que la democracia también se puede dañar a sí misma por medios democráticos. El triunfo de Trump sería la derrota de la democracia por la democracia. Más vale que nos vayamos preparando.


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27 de julio de 2016
El Siglo
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