Terminaron
las elecciones. Unos festejaron, otros llamaron desde el eufemismo, a la
reflexión. Pero sin duda, viene lo más difícil: gobernar y administrar los
problemas con unos recursos limitados. En el transcurso del siguiente año
conoceremos quiénes se quedaron en el artificio como gobernantes, y quiénes
hicieron política. Por lo pronto, quedó la sensación de que el voto sí sirvió
para algo, aunque fuera para castigar a los gobernantes. Quizá nos parezca
poco, pero hay países donde los ciudadanos ni siquiera ese medio pueden
ejercer. ¿Cuánto más aguanta un país como Venezuela?
Después
de las elecciones, varios actores se consolidaron y otros se debilitaron
visiblemente. Sin duda, el más fortalecido fue Ricardo Anaya, líder nacional
del PAN, quién no sólo pasó la prueba electoral, sino además demostró capacidad
para la liderar al partido. En un reciente debate conducido todavía por Joaquín
López Dóriga, el joven Anaya despedazó al líder del PRI, Manlio Fabio
Beltrones, quien no pudo contrarrestar un solo argumento del panista. Entre más
trató de defenderse Beltrones, más se hundía. Acostumbrados al mito que el
mismo Manlio hizo de sí mismo, resultó irónico, que el viejo lobo de la
política, no pudo defenderse de los argumentos expresados por Anaya. Algo así,
como el engañador, engañado. Busquen el video en You Tube. Como respuesta a los
malos resultados, un Beltrones compungido respondió con un video llamando a la “reflexión”.
Pero lo chocante y contradictorio no fue el mensaje, sino la pretensión de
rodearse de un grupo de jóvenes para aparentar lo que no puede ser.
Al
respecto, no deja de ser significativo que una buena parte de los liderazgos
del país pertenecen y tratan de gobernar como si estuviéramos en el siglo pasado.
Tras la cruda de los resultados negativos para el PRI, Beltrones nos recetó su
manera de reflexionar. Pero momento, ¿qué
podrían reflexionar los priistas tras la caída en las elecciones? Me cuesta
trabajo imaginar una reflexión honesta, pero vamos a internarlo. Resumo algunas
reflexiones en el PRI: “Ya no vamos a ser tan corruptos, nada más poquito”. O
quizá apliquen la minimalista para la próxima: “ahora robaremos menos y
repartiremos más”. Otra reflexión los lleva
a repensar el poder a la manera de Agustín y sus tentaciones: “Señor dame la
castidad, pero todavía no”. Actualizado, el priista reflexiona: “prometo no abusar del poder, pero qué
tentación ser virrey”. En el manejo de los recursos públicos, qué tanto es
tantito en eso de la deuda, por lo mismo, “ahora prometemos estudiar en
Barcelona finanzas públicas y regresar a endeudar más a los estados, estamos
convencidos de que si no ganamos, fue por no gastar más dinero en las
elecciones”. Si están muy desesperados porque el día de la elección no levanta
el candidato, mande a la policía estatal a detener a la competencia. Obstruya,
detenga y amedrente. Echen los polis por delante.
Otras
reflexiones también apuntan a la difícil selección de candidatos. Durango es el
perfecto ejemplo de una disputa interna mal canalizada. Aplastados por la
capital, la competencia supo encauzar el hartazgo y sobre todo el enojo, de un
grupo que reclamó para sí el poder. Tras la derrota, no faltó la advertencia de
una notable priista: “se los dije”. Dicho de otro manera: “yo sí habría
ganado”. Y que nadie lo dude, sobre todo, después de ganar todas las casillas.
Estas
fueron algunas reflexiones, pero todavía nos faltan muchas más. Por lo pronto, hasta la siguiente elección.
15 de junio 2016 El Siglo