lunes, 26 de diciembre de 2016

Padre Nazas

Foto: http://www.milenio.com/region/Rio_Nazas-simbolo_de_Coahuila_y_Durango-Padre_Nazas_0_432556899.html

Agua. En el nombre llevamos el destino. Así los laguneros con los ríos Nazas y Aguanaval, que sorprendentemente reaparecen entre nosotros tras unas intensísimas lluvias en la sierra. Somos laguneros por la generosidad de los ríos. Antes de que existieran las ciudades, por mencionar Torreón, Gómez y Lerdo, dominaba en la región un conjunto de lagunas y un poblado bosque de mezquites. Durante siglos, el río Nazas alimentaba las lagunas de Mayrán, hacia lo que hoy es San Pedro de las Colonias, y también, en algunas épocas, el Nazas llegó a formar una enorme laguna en Tlahualilo. Vean la foto de satélite en Google maps. A su vez, el río Aguanaval, que serpentea por el cañón de Jimulco, formó un fértil oasis en lo que hoy es Viesca. De esa manera, trato de imaginar la enorme impresión, y sobre todo, el impacto de los primeros colonizadores al dar con tanta agua. Después de recorrer los yermos, llegaron a las lagunas. Fue tal la referencia lacustre, que no dudaron desde el siglo XVI, en nombrar a esta región, como  “país de la Laguna”. El Dr. Sergio A. Corona Páez, cronista de Torreón, y nuestro mayor historiador, ha escrito profusamente sobre el significado de ese paisaje lagunero. Lean su libro, El país de La Laguna.
Para gozo de las nuevas generaciones, el río reclamó nuevamente su cauce y así revivió la grandeza, pero sobre todo, recordó el sentido de identidad en la región. Ahí estamos admirando el Nazas en un especie de malecón. Paseamos, tomamos fotos y observamos la fuerza de la corriente. Abundan las selfies y familias con niños. El agua llama. En la rivera del Nazas se respira alegría y esperanza, como quien recupera algo perdido. El río reconoce su paso milenario, y con él, también nos reconocemos. La avenida es extraordinaria e inesperada, pero al final, quienes vamos al río, recordamos lo que significa el Nazas para La Laguna: ¡Grandeza!
Los viejos agricultores de la región, me refiero a las generaciones anteriores al sistema de las grandes presas (Palmito, 1946; Zarco, 1969), habían adaptado la agricultura a los ciclos naturales del Nazas. A veces las avenidas eran sumamente abundantes, otras terriblemente escasas. Aún así, esos agricultores, que tuvieron notable auge en el capitalismo porfiriano, adaptaron la agricultura a los límites que el mismo Nazas imponía. Con sabiduría sembraban lo que el Nazas disponía, no lo que el hombre quería. Desde el siglo XIX, los laguneros identificaron al río, como “Padre Nazas”. De ese tamaño era el respeto, pero también el amor que generaba el caudal. Cada año los agricultores esperaban la llegada del río con veneración religiosa. Nuevamente, esa veneración regresó en quienes esperamos el río por los históricos puentes: plateado y ferrocarril. 
Por casi setenta años, nos acostumbrados a la ausencia del Padre Nazas a lo largo de la cuenca que atraviesa la zona urbana de Lerdo, Gómez Palacio y Torreón. Pero de vez en vez, el río se encargó de decirnos por qué somos laguneros. A pesar de las presas, hubo avenidas en 1958, tras una larga sequía. La hazaña se repitió en 1968, causando temor por las inundaciones.  Pasaría dos décadas, hasta que en 1991 y 1992, regresó el río. En 2008 retomó su cauce, y también en 2010.  Hoy nos toca vivir nuevamente otra avenida.
Pero más allá del entusiasmo que genera el Nazas para muchos, aunque para otros es desgracia, vale retomar el debate sobre el impacto negativo de las presas en la región Lagunera. Desaparecieron las lagunas que nos dieron identidad. Viesca y San Pedro son un desierto. Padecemos el abatimiento del acuífero, además de la desaparición de flora y fauna a lo largo de la cuenca. Paradójicamente se riega menos que antes del sistema de presas. Pero todavía decimos que “vencimos el desierto”, cuando en realidad, detrás de esa frase, se esconde un enorme ecocidio. Hay que leer los trabajos de Carlos Cháirez Araiza y Jacinta Palerm, científicos críticos y comprometidos, para entender la urgencia que tenemos los laguneros de recobrar el curso natural del Nazas. Durante décadas pensamos que las presas eran lo adecuado. Hoy sabemos que no. Para bien del futuro de la región, ojalá cambiemos en los siguientes años. Ojalá logremos un gran acuerdo social para restaurar la grandeza de la región. Al fin, para no negar más a nuestro Padre Nazas.  

7 de sept 2016